Llamados a consolar: Cómo compartir a Jesús en un mundo herido
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.» — 2 Corintios 1:3–4 (RVA-2015)
La aflicción es una experiencia humana universal, y los creyentes no estamos exentos de ella. Sin embargo, el apóstol Pablo destaca dos verdades poderosas que marcan la diferencia en cómo los cristianos enfrentamos el sufrimiento. Primero, Dios está con nosotros en nuestro dolor. No nos deja navegar las dificultades solos. Más bien, se acerca a nosotros, trayendo consuelo, paz y seguridad cuando nos volvemos a Él. Segundo, nuestro dolor no es en vano. Dios usa nuestras experiencias —especialmente el sufrimiento— para prepararnos y así consolar a otros. Nos convertimos en canales de su misericordia, ofreciendo esperanza, ánimo y sanidad a quienes están heridos. Compartir el consuelo de Dios no debe ser un gesto ocasional; es un llamado. Como receptores de su gracia, estamos invitados a extenderla a otros de manera tangible. Aquí hay algunas formas prácticas de compartir el consuelo que Dios nos ha dado:
Cómo compartir el consuelo de Dios
1. Sé sensible
En un mundo lleno de distracciones y cargas personales, es fácil pasar por alto las necesidades de quienes nos rodean. Pídele a Dios que abra tus ojos y ablande tu corazón para reconocer cuándo alguien está luchando. Una palabra oportuna, una sonrisa amable o simplemente preguntar cómo está alguien puede hacer una gran diferencia.
2. Sé presente
Tu atención completa es uno de los mayores regalos que puedes ofrecer. No necesitas tener todas las respuestas —solo estar ahí—. Un oído que escucha, un corazón empático y una presencia sin juicio pueden abrir espacio para que la sanidad comience.
3. Sé transparente
Muchas veces ocultamos nuestras cicatrices, pero es precisamente a través de nuestra vulnerabilidad que otros encuentran fortaleza. Cuando compartimos nuestras luchas, ofrecemos solidaridad. Cuando compartimos cómo Dios nos sostuvo en medio de ellas, ofrecemos esperanza.
4. Comparte el evangelio
Al final, el mayor consuelo que podemos ofrecer es presentar a otros a la fuente de toda consolación: Jesucristo. A través de la conversación, el testimonio y una vida llena de gracia y compasión, podemos dirigir a otros hacia Aquel que promete una paz que sobrepasa todo entendimiento y un gozo que trasciende cualquier circunstancia. En un mundo herido, Dios nos llama a ser portadores de su consuelo. Y al hacerlo, llevarás la luz de Cristo a la oscuridad de alguien más.
En EvanTell, creemos que compartir la esperanza que hemos recibido es una de las maneras más poderosas de reflejar a Jesús en un mundo necesitado. Si deseas reflexionar más sobre cómo Dios llega a nuestro encuentro con gracia y verdad, te invitamos a leer Una carta de esperanza para pecadores y santos, un mensaje de ánimo para quienes enfrentan momentos difíciles.
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