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La salvación se basa en un hecho

¿Cómo puedo testificarle a alguien acerca de su salvación si no estoy seguro de la mía? La razón por la que algunos no están seguros de su propia salvación es porque no saben la fecha u hora exacta en que “cruzaron la línea”. Desafortunadamente, es posible que les hayan dicho que si no saben la fecha en que fueron salvos, entonces ellos no son salvos. Nada podría estar más lejos de la verdad.

Hay un segundo exacto en que una persona cruza la línea de la oscuridad a la luz, un momento exacto en el que se lleva a cabo una transacción eterna y es para siempre un hijo de Dios. Dios sabe cuándo fue esa fecha, hora y lugar. Pero el hecho de que tu no lo sepas no significa que no sea salvo. Si confías solo en Cristo como tu único camino al cielo, serás para siempre un hijo de Dios sin importar cuándo cruzaste la línea.

Cuando las Escrituras nos aseguran la salvación, siempre se remonta a un hecho, no a una fecha. En Juan 6:47 se nos dice: “De cierto, de cierto os digo, que el que cree en Mí tiene vida eterna”.

El Evangelismo es Parte del Discipulado

Es importante contarles a los demás sobre el Señor y cómo llegaste a conocerlo. Pero en ninguna parte de las Escrituras esa es una condición para la salvación. Juan 3:16 nos dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna”. No dice: “el que cree en él y se lo dice a los demás, es cristiano”.

Cristo más nada para la salvación

No somos salvos sobre la base de Cristo más algo, como nuestra buena vida, asistir a la iglesia, guardar los mandamientos o tomar los sacramentos. Somos salvos sobre la base del período de Cristo. Debemos estar satisfechos con lo que satisface a Dios. Lo único que satisfizo la ira de Dios contra nuestro pecado fue la muerte de Su Hijo en la cruz. Por eso, en Juan 19:30, cuando Cristo colgaba de la cruz, proclamó: “¡Consumado es!” Esa palabra “Consumado” significa “pagado en su totalidad”.

Si confiamos en Cristo y en todo lo que hemos hecho, entonces no estamos de acuerdo con Dios en que la muerte de Su Hijo es suficiente para pagar por nuestros pecados. Nuestra confianza debe estar solo en Cristo como nuestro único camino de salvación.

Además, la Biblia deja en claro que la vida eterna es un regalo gratuito. Efesios 2: 8-9 nos dice: “Porque por gracia habéis sido salvos mediante la fe, y eso no de vosotros mismos; es don de Dios, no de obras, para que nadie se gloríe”. Si una persona depende de algo además de Cristo para llevarla al cielo, entonces no está aceptando la salvación como un regalo gratuito.

 

 

 

El problema con la salvación total o nula

Dios quiere que le entreguemos nuestras vidas y le permitamos tener el control total de lo que hace con ella. Sin embargo, eso es parte de seguir a Cristo como discípulo, no parte de la salvación. Cristo dijo en Lucas 14:26: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.”

Nuestra salvación no es el resultado de que le entreguemos nuestra vida a Él, sino que Cristo entregó Su vida al Padre como sacrificio por nuestro pecado. La agonía por la que Cristo pasó al hacerlo se explica por Sus palabras en el Huerto de Getsemaní cuando dijo: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti. Aparta de mí esta copa; sin embargo, no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres “. (Marcos 14:36)

Proclama por gracia, no por culpa

Como cristianos, debemos estar dispuestos a confesar nuestra fe a los demás. Sin embargo, una de las pruebas más claras de que la confesión no es parte de la salvación es Juan 12:42. “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.”. Aquí había personas que vinieron genuinamente a Cristo, pero tenían miedo de confesarlo.

Además, examine la historia del ladrón en la cruz que en sus momentos finales de vida reconoció que Cristo era el que dijo que era. Jesús le declaró en Lucas 23:43: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”. No había forma de que pudiera confesar a Cristo públicamente mientras moría en esa cruz; sin embargo, Cristo le dio la bienvenida a Su paraíso.