Un Punto Vital Cuando Comparta a Jesús Con Sus Familiares
Esto no significa que Dios no pueda usarnos para testificar a nuestros familiares. Muchos en la familia de Jesús eventualmente lo aceptaron como Salvador y lo siguieron como El Señor. Sin embargo, si hay factores adicionales que pueden ser complicados al acercarnos con el evangelio a miembros de la familia.
Precisamente porque existen retos adicionales, necesitamos abordar el tema del evangelismo y la familia con intencionalidad, prudencia y cuidado.
Uno de los principios más efectivos que he encontrado para compartir el Evangelio con mis parientes fue dicho por Jesús mismo. Es conocida como “La Regla de Oro”:
“Así como quieres que otros hagan por ti, haz lo mismo por ellos”. Lucas 6:31
En otras palabras, cuando hables con los miembros de tu familia sobre los asuntos espirituales y el Evangelio, trátelos de la manera en que te gustaría ser tratado.
Esta es la manera de cómo aplicar la “Regla de Oro” al compartir el Evangelio con los miembros de tu familia:
Conviértelo en una conversación privada.
Lo que esto simplemente significa es hablar con los seres queridos no creyentes, sobre asuntos espirituales uno a uno. A veces podemos ser tentados en confrontarlos en la mesa de la cena o en otra situación grupal, pero por favor no lo hagan. Puede hacer más daño que bien. Esto no significa que uno no puede hablar de cosas espirituales en un ambiente grupal. Lo que significa es, tratar de evitar que sea personal, directo a una persona estando en un ambiente grupal.
Dirígete a cualquier tema problemático del que “todos saben y nadie quiere mencionar”.
Pídale al Señor que te muestre si hay algo que necesites hablar con tu familiar antes de compartir el Evangelio o antes de hablar sobre cuestiones espirituales. Tal vez es algo por lo que necesitas pedir perdón. Tal vez sea un argumento continuo y no resuelto que ha construido un muro entre ustedes. Sea lo que sea, busca la guía del Señor en cómo manejarlo.
Recuerda que el evangelismo personal funciona mejor como una plática, no como un discurso.
Todos tenemos esos miembros de familia que siguen y siguen hablando sobre un tema sin escuchar lo que otros tienen que decir. No seas esa clase de familia, y precisamente sobre temas espirituales. Con mucha frecuencia no escuchamos a la otra persona porque estamos muy concentrados en formular lo que vamos a decir, pero no dejes que la forma en que hables distraiga de la verdad de lo que dices.
Hágales saber su motivo.
Es importante que usted haga saber a los miembros de su familia por qué quiere hablar con ellos sobre cosas espirituales. Ellos podrían pensar que te han ofendido de alguna manera y que los ves como moralmente inferiores. Otros pueden creer que los estás reclutando para algo. Se claro que tu motivo es que quieres compartir con ellos el aspecto más importante de tu vida, tu relación con el Señor.
Cuidado con el campo minado.
Ocasionalmente nuestra propia amargura u orgullo pueden sabotear tus esfuerzos. Para evitar esto, debes reconocer que todos somos capaces de eso, particularmente con los miembros de la familia. No solo necesitamos orar por la persona con la que hablaremos, sino también por nosotros mismos. Pídale ayuda al Señor para navegar la conversación con gracia.
Tómalo con calma.
A veces pensamos que el éxito en el evangelismo significa compartir todo el evangelio con alguien en una sola sesión. Como resultado, nos enfocamos demasiado en concluir la presentación del evangelio en lugar de asegurarnos de que la persona con la que estamos hablando, esté siguiendo lo que estamos diciendo. También puede ser molesto para la otra persona que se sienta que está escuchando un sermón en vez de tener una conversación. Recuerde, compartir a Cristo con familiares es más como una maratón larga, que como una carrera corta. Concéntrese en moverlos un poco más, paso a paso para que estén más cerca de Cristo con cada encuentro.
No te des por vencido.
Hay veces que después de haber compartido el evangelio con parientes por muchas veces, tenemos la tendencia de calificarlos como una “causa perdida”. No te des por vencido con ellos, asimismo como no te gustaría que alguien se diera por vencido contigo si estuvieras en la misma situación. Precede cada encuentro que tengas con tu pariente que no ha alcanzado a Dios, con oración, pidiéndole a Dios qué te guie en lo que digas y hagas. Nunca sabes cómo Dios está trabajando en su vida en esta temporada, y Dios tiene un plan que desempeñar usándote a ti “para un momento como este”.
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