Del “Fracaso” a la Abundancia
A veces los fracasos más espectaculares producen las lecciones más importantes.
Hace unos años, fui invitado a ir a un viaje misionero en Kenia. El propósito principal del viaje era ayudar a las iglesias locales crecer a través del evangelismo yendo de puerta a puerta.
Sabía que el Señor me estaba llamando a ir a este viaje debido a la forma tan fácil en que todo se juntó, incluso el momento del viaje y los recursos que se me proporcionaron para ir. Estaba convencido de que el Señor había arreglado todo.
Después de llegar y acomodarnos, nos dividimos en equipos de 2-3 junto con un intérprete. Me encontré luchando por compartir mi fe. Mis palabras no salían correctamente. Me sentí como una molestia en lugar de una ayuda para el equipo. Al final de la primera semana, sentí que el viaje fue completamente un fracaso y un desastre. Me preguntaba por qué había venido y si Dios realmente me había llamado en este viaje.
Luego me enfermé. Contraje un virus del estómago que me dejó sin aliento durante 14 horas. Estaba agotado física, mental y espiritualmente. Había tocado el fondo.
Lo interesante de tocar el fondo es…
que es un gran lugar para construir una base sobre la cual construir. A las 4 de la mañana, me desperté y comencé a orar fervientemente al Señor. Le dije que si había algún evangelismo que se iba a hacer a través de mí, ÉL lo tendría que hacer.
Me comprometí nuevamente con Él Señor, haciéndole saber que lo buscaría a Él en la dirección y cada movimiento que hiciera al día siguiente. Inundé cada paso en oración, caminando en completa obediencia.
Al día siguiente y durante el resto del viaje, experimenté nueva libertad al compartir a Cristo. Comencé a ver resultados cuando las personas con las que compartía confesaban en Cristo o se confortaban en su fe. Los resultados fue un giro completo, pero lo más importante fue el cambio en mi mente y corazón.
Vi cómo Dios había ido delante de mí, preparando corazones para el mensaje.
Experimenté el poder de Dios obrando a través de mí mientras compartía el evangelio claro y sencillo. Y sentí también que el Señor hacía una obra en mí. Creo que mi “fracaso” fue orquestado por Él para ponerme de rodillas y moldear mi visión de Él y Sus caminos.
La lección principal que aprendí en ese viaje es …
¡Que el Espíritu Santo es EL evangelista! Él usa a las personas para lograr Sus propósitos, pero Él es el que orquesta las oportunidades (Hechos 10), convence de pecado (Juan 16:8), habla a través de nuestras palabras (Mateo 10:20) y trabaja en el corazón del oyente (Hechos 16:14).
Todo lo que Él nos pide que hagamos es confiar y obedecer.
Como alguien ha dicho acertadamente, no se trata tanto de nuestra capacidad, sino de nuestra disponibilidad. Dios es más que suficiente para obrar a través de cualquiera que se entregue a Él. En ocasiones que no vemos resultados inmediatos, sabemos que aun así estamos siendo utilizados por Dios en la vida de las personas que encontramos.
Es por eso que Pablo declaró que sus propios esfuerzos de evangelismo fueron, “no con palabras persuasivas de sabiduría, sino con una demostración del poder del Espíritu, para que su fe no se base en la sabiduría humana sino en el poder de Dios”. (1 Corintios 2:4-5)
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