Es interesante que en ninguna parte de las Escrituras hay un versículo que nos anime a simplemente leer la Biblia. En cambio, la Biblia nos anima a meditar en ella mientras estudiamos la sabiduría que contiene.

El Salmo 1:1-2 dice: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”.

Meditar implica que sigamos pensando y reflexionando sobre lo que hemos aprendido al estudiar la Biblia para poder asimilarlo completamente de una manera que enriquezca nuestra vida espiritual. No nos conformamos con simplemente leer la Palabra. Queremos reflexionar cuidadosamente sobre su significado y de una manera que impacte nuestras vidas diarias, especialmente cuando buscamos compartir la esperanza de Jesucristo con otros.

Si asimilamos completamente la Palabra en nuestro estudio de la Biblia, ¿cómo afectará eso a nuestra labor de alcanzar a un mundo necesitado de un Salvador? Cuatro pensamientos vienen a la mente que provienen directamente de la Palabra en la que estamos meditando.

La meditación en la Biblia lleva a la compasión hacia los no creyentes

La razón es simple. Es porque los veremos de la misma manera en que Cristo los veía, como ovejas sin pastor. Se nos dice en Mateo 9:36: “Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor”.

La compasión implica sentir lástima. Así es como nuestros corazones sentirán por su condición perdida. Vemos a los incrédulos no solo como aquellos que no han recibido el regalo gratuito de la vida eterna, sino que carecen de propósito y significado para sus vidas en el aquí y ahora. En lugar de irritarnos con ellos, podemos mirar más allá de la persona hacia el problema. Anhelamos que lleguen a conocer al mismo Salvador que nosotros tenemos. Ese anhelo nos carga con la responsabilidad de pasar tiempo con ellos con la esperanza de posiblemente llevarlos al Salvador.

La meditación en la Biblia lleva a orar por puertas de oportunidad evangelística

En ninguna parte de las Escrituras se nos dice que abramos una puerta para el evangelio. En cambio, las puertas de oportunidad son puertas que Él tiene que abrir y luego podemos atravesarlas. Al ver la condición perdida de aquellos que nunca han conocido al Salvador, comenzamos a orar por esas puertas abiertas, tal como Pablo pidió a los Colosenses: “Orando también juntamente por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de hablar el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso” (Colosenses 4:3).

Esas puertas frecuentemente llegan de formas inesperadas: una conversación que de repente se torna en temas espirituales, un incidente en la vida de un amigo que los lleva a hacer preguntas sobre la vida y el futuro, un amigo diagnosticado con una enfermedad terminal que les plantea preguntas sobre el más allá o un libro que están leyendo los lleva a considerar seriamente por primera vez la existencia de Dios.

Dios tiene formas de abrir puertas que nunca esperábamos. Todo lo que necesita de nosotros es nuestra disposición para atravesar esas puertas cuando Él las abra.

La meditación en la Biblia lleva a conversaciones llenas de gracia y verdad

Los creyentes, al interactuar con los incrédulos, habitualmente cometen uno de dos errores. Algunos hablan con tanta gracia que no están dispuestos a confrontar al no creyente con su condición perdida. Otros hablan con tanta verdad que, aunque confrontan al no creyente con su condición pecaminosa ante Dios, carecen de compasión y gracia en su conversación.

A medida que la Palabra impacta nuestra forma de acercarnos a los demás, sentimos la carga de tener el mismo equilibrio que caracterizó al Salvador, un equilibrio de gracia y verdad. Juan 1:14 nos dice: “Y aquel Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Al hacerlo, los no creyentes nos ven no solo con el deseo de ser sinceros con ellos, sino también con el amor con el que se expresa esa verdad.

La meditación en la Biblia lleva a pedir al Señor valentía en nuestro testimonio

A medida que pasamos tiempo en la Palabra, descubrimos que la evangelización tiene sus obstáculos. No estamos seguros de cómo la gente responderá. Es por eso que sentimos la responsabilidad de hacer lo que hicieron los discípulos: pedir al Señor valentía. Hechos 4:29 expresa la oración de los discípulos: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra”. Dos versículos después se nos dice: “Y se daba poder a los apóstoles para dar testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran eficacia, y abundancia de gracia”.

Meditar en la Palabra nos lleva a pedir al Señor que sus patrones y comportamientos se convierta en nuestra práctica y que no solo compartamos el evangelio, sino que lo hagamos con una valentía producida por el Espíritu.

En resumen, la meditación en la Palabra no solo nos lleva a hablar con los perdidos, sino a hacerlo de una manera que represente el amor y la compasión del Salvador por ellos. A través de nuestras palabras y comportamiento, nos escuchan proclamar con claridad y compasión: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).