Nuestra identidad—cómo nos percibimos a nosotros mismos—da forma a nuestras decisiones, relaciones, valores e incluso a nuestro potencial.

Sin embargo, la manera en que nos vemos no siempre coincide con quiénes somos realmente. Por ejemplo, podría creer que soy lo suficientemente bueno para jugar baloncesto profesional, pero mi edad y falta de habilidad atlética rápidamente demostrarían lo contrario, dándome un “despertar” respecto a mi identidad.

En ningún lugar es mayor esta diferencia entre percepción y realidad acerca de nuestra identidad que en nuestras vidas espirituales. Muchos tienen conceptos erróneos sobre quiénes son a los ojos de Dios, creyendo cosas que están lejos de la verdad. Aquí hay algunos ejemplos:

  • “Existo debido a una casualidad científica y, por lo tanto, no importo.”
  • “Estoy bien por mi cuenta y no necesito a Dios en mi vida.”
  • “Soy una buena persona que merece ir al cielo.”
  • “Dios no puede amarme debido a mi pasado.”

Uno de los propósitos principales del evangelismo es confrontar estas falsas identidades con la verdad sobre quiénes somos a los ojos de Dios: un verdadero “despertar” espiritual.

Entonces, ¿cómo ayudamos a otros a descubrir su verdadera identidad a través del evangelio, especialmente en esta época de tolerancia y relativismo? Aquí tienes cuatro consejos clave para guiarnos:

1. Reconoce que solo el Espíritu Santo puede abrir los ojos de las personas a la verdad sobre sí mismas.

Me gusta la paráfrasis que ofrece la versión Easy English Bible para Juan 16:8: “Cuando él (el Espíritu Santo) venga, mostrará a las personas de este mundo cómo son realmente. Les mostrará claramente que están equivocadas. Están equivocadas sobre lo que realmente es el pecado. Están equivocadas sobre quién es justo delante de Dios.” Al compartir el evangelio, es importante saber que el Espíritu Santo usa nuestras palabras para penetrar en el corazón y la mente de una persona. Nuestro éxito en ayudar a alguien a ver su verdadera identidad no depende de nuestra habilidad natural para persuadir, sino de Su capacidad para obrar a través de nosotros.

2. Recuerda que, si no fuera por la gracia de Dios, tampoco sabríamos quiénes somos.

Cuando comparto el evangelio, trato de recordar esto: “¿Cómo pensaría, actuaría o respondería si no conociera a Cristo?” Esto, junto con saber que llegué a Cristo únicamente por Su gracia, me ayuda a aliviar la frustración y me permite mostrar amor y amabilidad al presentar la verdad bíblica. 1 Pedro 3:15 nos dice: “Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto.” Recordar quién era yo sin Cristo me ayuda a presentar mi defensa sin arrogancia ni condescendencia.

3. Aprende POR QUÉ creen lo que creen sobre sí mismos.

Una gran pregunta para alguien que tiene un sentido falso de identidad es: “¿Qué te llevó a esa conclusión?” o “¿Qué te hace pensar eso?” Las creencias están influenciadas por una variedad de factores, incluyendo experiencias personales, crianza, cultura e interacciones sociales. Aprender por qué una persona piensa de cierta manera puede ayudarte a abordar el problema con mayor comprensión y empatía.

4. Reconoce que una de las mejores maneras de mostrarle a una persona que Dios la ama es amándola tú mismo.

Cuando compartas el regalo del evangelio, asegúrate de “envolverlo” con un amor y preocupación sinceros, tanto en palabras como en acciones. Deja que tus interacciones reflejen la gracia, la misericordia y la compasión de Cristo. Cuando el evangelio se comparte con palabras y acciones, se convierte en un testimonio vivo de cómo Dios ve a esa persona: vista, valorada y amada.

Conclusión:

Como creyentes, tenemos el privilegio de ser colaboradores del Espíritu Santo para ayudar a otros a despertar a su verdadera identidad y a su urgente necesidad del Señor. Seamos fieles al compartir la verdad con gracia, amor y humildad, y observemos cómo Dios transforma vidas a través del poder de Su evangelio, dándoles una nueva identidad en Cristo.