Posiblemente puedas haber tenido una experiencia y enfrentar el miedo al rechazo, cuando has compartido el evangelio, o no lo has compartido lo suficiente o no estás siendo honesto contigo mismo. Tarde o temprano, te enfrentarás a aquellos que rechazan tu mensaje claramente, sin importar cuán amorosamente se lo expreses. 

¿Qué haces en esos momentos para que una experiencia dura no se convierta en tu última vez, en la que desees hablarle a alguien sobre el Señor? 

Cuatro sugerencias te ayudarán a confrontar el miedo al rechazo en lugar de huir de él. Así, podrás vencer el miedo al rechazo en lugar de dejar que te venza. 

1. Espera que ocurra lo que se ha prometido. 

Jesús nunca dijo que el rechazo es algo que podría suceder. En cambio, Él prometió que es algo que sucederá. 

Jesús dijo en Juan 15:19: “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia”. 

La razón es que la verdad siempre es lo que necesitamos escuchar, pero no necesariamente lo que queremos escuchar. Cuando les decimos a las personas que somos pecadores que merecemos la separación eterna de Dios, eso puede cortar profundamente en nuestra conciencia. Si como incrédulo rechazo el mensaje, también podría rechazar a quien me lo compartió. 

Al esperar que suceda, se elimina el elemento sorpresa cuando ocurra. Agradecidamente habrá quienes se alegren de que te hayas preocupado lo suficiente como para hablar con ellos, pero también habrá quienes hagan evidente que hubieran preferido que no lo hicieras. No vayas con la actitud de que no recibirán lo que tienes que decirles, pero no te sorprendas si no lo hacen. 

2. La fidelidad a Dios exige que le digas a la gente lo que necesita escuchar, no necesariamente lo que quiere escuchar. 

Cuando evangelizas, hablas en nombre de un Dios Todopoderoso. Parte de confrontar tu miedo es darte cuenta de que nuestra responsabilidad primordial no es con alguien aquí abajo, sino con el de arriba. 

El apóstol Pablo dijo en Gálatas 1:10: “¿Busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” Luego continuó con esas palabras penetrantes, “Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no es según hombre.” 

El mensaje que damos a otros es, ante todo, el mensaje que Él nos dio a nosotros. No es un mensaje que un amigo te dijo que compartieras, sino un mensaje que tu Salvador te dijo que compartieras. Tu responsabilidad última siempre es con Él, no con ellos. Por eso nuestra primera preocupación debe ser: “¿Estaría Él complacido con las palabras que salen de mi boca?” No, “¿Estarán ellos complacidos?” 

3. Es un hecho probado que muchos se enojan antes de ser salvos. 

La razón es bastante simple. Van a su lugar de residencia y comienzan a pensar y repensar todo lo que se dijo. Luego, a veces, se preguntan: “¿Por qué me enojé tanto?” y concluyen, “Porque él (quien te habló) tiene razón. No soy tan perfecto como creo ser”. 

¿De dónde viene esa convicción y por qué ocurre? Hablando del ministerio del Espíritu Santo, Cristo dijo en Juan 16:8: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” 

Por eso, la actitud de un creyente es tan importante. Si se molestan, Dios puede usar nuestra confianza en lo que decimos y nuestra calma en cómo lo decimos para convencerlos. 

Pero eso también ayuda a superar el miedo al rechazo. Es darse cuenta de que este podría ser el paso que precede a su llegada a Cristo. 

4. Nuestra oración por ellos y por nosotros debe ser más frecuente que nunca. 

Cuando salimos de su presencia, nuestras oraciones por ellos son cruciales. Nuestra conversación con ellos puede haber terminado por el momento, pero hablar con Dios sobre ellos necesita ser más sincero y regular que nunca. Debemos orar de nuevo para que Dios nos convenza de pecado, justicia y juicio. 

Pero no debemos detenernos allí. Cuando nos enfrentamos al miedo al rechazo, debemos orar lo que oraron los discípulos. Ellos dijeron en Hechos 4:29: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra”. Debemos orar por ellos, pero también debemos orar por nosotros mismos. Nuestra oración debe ser que Dios nos dé el tipo de valentía que supera el miedo en lugar de permitir que Satanás use el miedo para superar la valentía. 

Conclusión 

Estas cuatro sugerencias simples tendrán un efecto dinámico. Te asegurarán que, independientemente de su respuesta, tu próxima experiencia no será tu última.